Por un lado, el mosquito del Zika, por otro los retrasos en las obras y la deficiencia de las instalaciones de la Villa Olímpica. Brasil, en pleno pelotazo, ya fue sede del Mundial de fútbol del 2014 y ahora los Juegos. El país del ‘orden y progreso’ que señala su bandera está en el punto de mira. También el dopaje está muy presente. La ‘guerra fría’ que nunca acabó ha devuelto al primer plano la sombra del boicot como el que hubo en Moscú’80 y Los Angeles’84. En este caso por la sanción a Rusia de la que se ha lavado las manos el Comité Olímpico Internacional. Salvo recurso final no estará Yelena Ysinbaeva, la campeona rusa de pértiga que nunca dio positivo. Sí estará el grupo atletas africanos que entrenan en Sabadell con la etiope Genzebe Dibaba tras la operación antidoping de junio.

Felizmente a partir del sábado se hablará de deporte. Veremos por un lado a los deportistas que han ido a Brasil en busca de las medallas o los que van a hacer turismo con el Cristo de Corcovado. Los Juegos son la gran oportunidad para los deportes minoritarios. Allí nació la leyenda del waterpolo femenino hace cuatro años cuando fueron plata en Londres. Hasta nueve waterpolistas del Club competirán en Río. De los 21 deportistas con vinculación con Sabadell, 16 son mujeres. Las selecciones de baloncesto y balonmano son otros ejemplos. Otros muchos directivos y políticos se apuntaron al viaje. En su caso habrá ‘mais samba é menos trebalhar’. Seguro.