Lo tiene todo y gusta a todos los que se nos quedan mirando cuando entramos dentro. Por fuera un diseño deportivo y una línea que lo hace ser lo que es el referente y eso se nota también especialmente por dentro.

Estamos sentados – una maravilla para los que somos muy altos, tanto por la comodidad, como por la altura del SUV como por todos los elementos que tiene ya interiormente el Rover. Calidad de asientos y un diseño de primera. Tomamos el volante – otras de las señas de identidad – que viene en este caso con más elementos y enfrente con una pantalla enorme. Todo a lo grande.

 Nos llamó poderosísimamente la atención la zona central. Acostumbrados a una gran pantalla – como habíamos comprobado tanto en el Evoque, como en el Sport como en el Velar – en este PHEV lo tenemos al cuadrado. Dos pantallas táctiles de 10 pulgadas que te permiten controlar todo, haciendo una exageración como si comandaras un avión. Lo que si es cierto, es que las sensaciones son espectaculares y visualmente supone un plus.

En cuanto a cifras. El Rover Sport PHEV mantiene los calificativos de elegancia y poderío. La apuesta enchufable entorno a unos 50 Kms de autonomía eléctrica le da ese plus a esta maravilla de SUV con su motor de gasolina y unas cifras que lo propulsionan hasta los 404 CV. Desde la marca se manejan cifras entorno a las 7 horas y media para la recarga total.

Un maletero de 780 litros en proporción a la grandeza de todo el interior. En contraste con otros modelos, el Sport PHEV es de 5 cómodas plazas. Aceleración de 0 a 100 en menos de 7 segundos y una velocidad máxima de 220 Km/h. Caja automática de 8 velocidades y unas dimensiones de 4’850 m. de largo por 2’073 de ancho y 1’750 de alto. A lo grande también su depósito de 90 litros con lo que ir a gasolinera no sería precisamente una necesidad.