Haciendo un poco de historia, el Crossland llegó para relevar al Opel Meriva y lo hizo como Crossland X hace 4 años. En esta segunda etapa, ha perdido la X y ha ganado muchas cosas este crossover urbano compacto del segmento C que también tiene cosas que le hacen parecer un monovolumen. La disyuntiva de hoy en día respecto a las clasificaciones de los coches, antes y después de aparecer las siglas SUV.

Un lavado de cara que le ha sentado muy bien desde la mejoría en el diseño con una estética más atractiva y moderna. Para tener lo mejor de Opel, probamos la versión Ultimate 1.2 turbo de gasolina con 130 CV de tres cilindros con caja de cambios automática. Automática pero este modelo top al igual que para el diésel.

El Crossland tiene 4’22 metros de largo por 1’76 de ancho y 1’60 de alto. Posee una batalla de 2’60 metros. Siguiendo con las cifras, el maletero tiene doble fondo con 410 litros que con la segunda bandeja levantada alcanza hasta los 520. Y si abatimos los asientos traseros llega hasta 1.255 litros.

En lo que se refiere al modelo que probamos, nos gustó ya de entrada la combinación bitono en el color rojo a través de todo el cuerpo del vehículo con el color negro tanto del techo como de la parte superior y también la parte potente del parachoques con protectores que saltan a la vista en plan off-road. Francamente bonito de ver. Además en la parte trasera los faros LED quedan incrustado en la parte superior en ese tono negro. Por delante quedan asimilados dentro de la parte frontal, dándole también un tono potente. Las llantas en este modelo Ultimate son de 17 pulgadas

Delante si que hay un notable espacio para dejar objetos y con dos USB. Por encima nos gustó la pantalla táctil de ocho pulgadas con el sistema de infoentretenimiento ya seas de Android o de Apple.

En cuanto al interior, vimos un coche espacioso con asientos cómodos y bien equipado con elementos como la cámara de visión trasera 180 grados además del techo solar panorámico. Hay buena altura respecto al techo y correcta disposición para las piernas especialmente delante.  El volante es tradicional como el cuadro de instrucciones analógico. La conducción es agradable con la sensación de altura y los registros de consumo que nos hablan desde Opel hablan de 6’2 litros.

Lo que menos nos gustó, puestos a mejorar en el futuro, es por un lado el mantenimiento del freno de mano antiguo. Resulta raro encontrar un freno de mano a modo de la palanca tradicional, todo además en una época de reducción de espacio en este freno y que además está muy cerca del apoyabrazos central. Por otro lado, no somos muy del agrado de la disposición del cambio automático de seis velocidades, que según tengas que poner la palanca en el Drive o en otro punto. Tan solo lo probamos unos días y dicho sea de paso, es anecdótico especialmente por el freno de mano tradicional.

En definitiva, buena evolución del Opel Crossland en su segunda etapa con muchos detalles positivos en cuanto a diseño exterior y conducción.