Aunque uno tiene una edad, solo vio a Nadia Comanecci a través de las imágenes de archivo con su 10 en Montreal'76. Tampoco en los Juegos de Moscú'80 tiene uno la perspectiva de lo que sucedió más allá de acudir a la hemeroteca. En Los Angeles'84, el boicot de la Unión Soviética deslució la competición hasta tal punto que ganó Marie Lou Retton, en un sospechoso juego casero de los jueces.

Donde empecé a disfrutar fue en los Juegos de Seúl'88 con el gran Dmitri Bilozerchev uno de los gimnastas más impresionantes de la historia. Gimnasia soviética de altos vuelos hasta su desaparición. Tan grande como el duelo entre Elena Shushunova que ganó a la rumana Daniela Silivas en Seúl'88. 

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En Barcelona'92, la URSS convertida para la competición en la Unión de Estados Independientes ganó el doble oro. En la categoría masculina con seis oros para Vitaly Scherbo y en la femenina con el triunfo de Tatiana Gutsu ante su compatriota Svetlana Boguinskaia, la espectacular rumana Lavinia Corina Milosovici que logró un 10 en suelo o la húngara Henrietta Onodi.

En aquel equipo ex soviético que ganó el oro estaba Oksana Chusovitina. Chusovitina era una adolescente de 17 años en los Juegos de Barcelona y aquí inició su espectacular carrera de 29 años y ocho Juegos Olímpicos hasta su retirada en Tokio'2020 ante la ovación de todos los amantes de la gimnasia.

Unos Juegos, los de Tokio, en que Ray Zapata logró la medalla de plata en suelo para España con Gervasio Deferr narrando y llorando emocionado en TVE junto a la gran Paloma del Río. La misma que logró en Pekin'2008 el bicampeón olímpico catalán.

Unos Juegos en que Simone Biles, la mejor gimnasta femenina de este siglo, ha sido noticia por dar visibilidad a los problemas humanos y la presión que puede atenazar a un deportista.

Unos Juegos en que es una maravilla ver y disfrutar de la Gimnasia.